Te escribo con sangre
y el dolor ahorcándome la respiración.
No lo sabes, nunca lo sabrás.
El sentimiento que se hizo vuelo en ti
ha muerto por siempre.
Las ficciones, las micro partículas
de esta singular unión, han muerto.
Estás aquí, estás allá, donde no puedo tocarte,
en donde mi lenguaje no puede ni siquiera hablarte.
Pero estás aquí,
mírate una vez más en tu reflejo eterno,
ahora oscuro quizás.
Pero no será por desamor,
no será esta oscuridad por falta de posesión.
No necesito tenerte egoístamente para saberte aquí,
para re-conocerte, para redimirte
aquí, en tu espejo negro,
en tu sombra-sombra
en tu igual.
El amor no va y viene
como tu pensamiento o tu corazón.
No.
El amor, el construido, se queda,
se ha edificado en la resistencia de mi
más grande convicción.
Por eso te escribo, porque la poesía te suelta
y me afirma.
Que quede lo que tenga que quedar.
Porque siempre hay algo que se queda
por t¡ y para mi.
Siempre hay algo que se hace poesía
firmada en el universo, por la posteridad.
La muerte me hace invencible
porque sí, algo se ha quedado
en mi, en ti
para ti, por mi.
Y eso es nuestro amor.