miércoles, 30 de noviembre de 2011

Te diste cuenta, al fin,

que no puedo salvar tu corazón,

que no puedo rescatarte del amor?

Que tu cuerpo, tus manos, tu sexo

son el pago de una cuota vencida hace siglos

cuando aun no existíamos

ni existía tu vida, ni yo en ella.

(Es la prueba inefable

de que todo oscurece

después de las heridas)

Has dejado caer mi pluma

justo en las puertas de tu casa,

casa con puertas de papel

y ventanas abiertas de par en par,

lugares siniestros

que me llevan directo al callejón

más oscuro de tu alma,

en donde tantas veces transité sin miedo,

mientras suplicabas por alas prestadas

para emprender vuelo

quien sabe dónde.


Déjame volver a casa,

meter la llave en la cerradura

para encontrar nuevamente nada

y pulular como una mosca

entre el balcón y la cama,

entre tu olor en mi cuerpo

y la repentina soledad;

para que todo lo vivido

se convierta en parte del paisaje

y permanezca infinitamente

en las palabras que no dijimos

y que ya nunca más serán.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Dices “te quiero”Y una estaca de duda
Se clava en medio de mi pecho.

Dices “mía, mía, mía”Y un llanto que no sale
Se planta en mi garganta.


En cambio yo, sólo puedo decirte
El silencio,
La sonrisa,
El beso.
Te digo entonces la caricia,
El gesto más puro.

En medio de mi pecho
La resistencia de una estaca,
Un llanto,
Un silencio
Y entre él y tu voz

La noche traducida
En gemidos
Lenguas
Sexo.
Amor, amor

(como dices tú, mi gorrión herido)
Luego, la luz
Y la firmeza de tu mano
Sosteniéndome todas las dudas.

Tu voz,
Tus manos,
Mi silencio
Y entre ellos nosotros
Como algo que se resiste,
Pero se encuentra.
Algo que se niega,
Pero aparece,
(Fantasma silenciado
De mis noches silenciadas)

En medio de mi pecho
Tus manos
En lucha constante
Con mi duda y mi resistencia
Salvándome,
Sosteniéndome,
Queriéndome...


¿Qué hago ahora sin ti?

martes, 1 de noviembre de 2011

A J. C.


1
Los relojes rompen el tiempo,
los pasados instantes
tatuados en tus ojos
verde cambiantes.
Preciosos instantes
enclavados en los relojes muertos
de nuestra historia,
ya sin horas,
ya sin letras ni números
pero igualmente latiendo
en las pulseras del mundo.

2
Los relojes rompen el tiempo
y en su tic tac silencioso
la nada ocurre y pasa.
Y aún estamos ahí,
tendidos a la sombra
provocada por el reposo
de nuestros cuerpos,
con los pies descalzos
de tanto caminar a través
de la luz del lenguaje.
Entonces, tu voz muerte
me despierta,
me encuentra,
me rescata.
Todas tus voces
desafían la oscuridad de mi silencio
para renacer en tu palabra viento,
exhumar mis torpezas y volar
nuevamente
hacia la que fui.

3
El mundo retoma la mecánica
de los relojes.
Los segundos susurran nuevamente
tic tac
tic tac
resuenan invisibles
invencibles
seguros de que el mundo ya nunca más será el mismo,
ignorantes segundos
de que nosotros permanecemos
incólumes,
inamovibles
justamente allí,
en ese trocito de recuerdo,
retozando la vida toda,
escribiendo y reescribiendo
-tictaqueando-
la historia de nuestro propio tiempo.



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