-CORAZÓN DE MANDRÁGORA-
Me habita el silencio como todas tus sombras:
la carne (mi carne)
hecha sexo y poema para los buitres,
lobos y malos amantes.
Cuando intento hablar de mi cada molécula de aire
exhala tu perfume de tierra mojada y amapola.
Me habita tu hechizo, la mítica de un reloj desajustado,
todo el tiempo mecido entre tus manos.
Mi alma vuelta sed y pájaro.
Quisiera estar a tus pies para besarlos mil veces
y beber de ellos el verdadero sabor de la tristeza,
la moribunda ansía del deseo.
Estoy ajustada a tu piel y hecha a la medida de tus sueños.
A veces, me habita tu caricia y se me abre el pecho
con una sola mirada tuya.
Se me hace miel la sangre y transparente la piel
para que veas mi única pulsión:
una mandrágora febril y violácea,
silenciosa flor dispuesta a hablar siempre de ti.
Tú le das sentido a toda esa existencia
de nombres mal dichos, a la carne envenenada de mi cuerpo
con la que te poseo y habito.
Tú le das sentido a todas
las miradas
con las que pueda dibujarte e invocarte
para que descubras con los ojos bien cerrados
la piel de mi misma, mi
corazón de mandrágora.
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