martes, 28 de mayo de 2013

Me voy desnudando

Me voy desnudando
en todos los amores
que gano y  pierdo
con la facilidad de un
ludópata bohemio.
Aprendo a desexorcizarme
el corazón
con palabras autómatas
que se forman
de  miel y barro,
amor y desamor.
Palabras que me escriben
anocheciendo
en la fatiga del recuerdo
y en la humedad del otoño;
humana muriendo y renaciendo
entre las piernas del lenguaje
y la sangre del poema.


miércoles, 15 de mayo de 2013


Inventé un color para decir tu nombre en secreto.
Te quería invitar a dibujarnos en un mar de ese color
para adentrarnos en él… y perdernos, tal vez,
por un segundo o toda la eternidad.
Te aguardaba sentada en la estación
con el pelo suelto y los pies fríos.
Pero hoy no llegaste.
Quería dormir entrelazada a tus piernas,
o a tus dedos o a tu aliento. 
Te esperé un milenio antes, también,
hasta petrificarme la sangre
y en la historia de nuestro tiempo.
Me pinto la piel con tus colores anochecidos
que me llegan hasta el alma, como el silencio que ahora  profeso
escondida tras un cuarto de luna menguante
para no espantarte la sombra ni tus tardes. 
Inventemos, ¿te parece?,
un color para pulverizarnos
las miradas, los gestos y  las palabras.
Si encuentras esa luz en tu camino
ven,  en silencio, a buscarme a la estación,
pulvericemos en un abrazo también nuestros cuerpos
para hacernos el amor en un vuelo a años luz de distancia
hasta lograr el mejor encuentro.
Yo soy la hoja movida por el viento de tus pasos.
Yo viajo movida por el viento de tus pasos…





domingo, 12 de mayo de 2013

Mayo y su otoño


Amanece al fin. Con una cuota de regocijo, mis ojos recorren los espacios que va develando la luz. La espesa blancura invade  escondites y tímidamente se hace cálida en mi pecho y en mi cuerpo. La calle emite sus primeros murmullos;  el mundo ha despertado y con él, los sueños se diluyen  en la memoria del olvido.
Ciertamente ha llegado el Otoño. Hay un tono grisáceo en las expresiones de las personas y en las cosas, pero a mí me gusta que el viento juegue con mi pelo y que, antojadizo, se cuele por esos pequeños escondrijos que separan el exterior del interior. El otoño trae a mí, en forma inevitable, esa sensación de pérdida y renovación. Perfecta alineación del Universo que  sé, me hace ser quien he sido hasta ahora. Me observo, en aparente silencio, y me pregunto muchas veces quién seré. Busco dentro de mi misma y me encuentro sin miedo a mi sombra y a lo que refleja el espejo.
Soy.
Sólo un momento, ése íntimo y apresurado. Pecho cálido y desnudo, amante y sosegado. Simplemente una mujer en su fragilidad más pura y femineidad absoluta;  también, fortaleza resquebrajada, pero latente, siempre presente.
El otoño pierde color y hojas que  barre con el viento. Deja que se lleven su hermosura, naturalmente, sin prejuicios ni reclamos. El otoño es una lección que aprender. Una lección de humildad, sosiego y esperanza. Porque vendrán días más coloridos, sólo se debe esperar y con paciencia infinita, mirarnos hacia dentro y dejar que todo estalle, se nuble y hasta desaparezca para transformarse en una  renovada belleza.
Mayo es así y lo dejo ser en mi corazón y sentidos. Vivo su otoño y espero otro, otros que vendrán, estoy segura, seguidos de alegres primaveras y ardientes veranos. Mientras tanto,  me arropo con un abrigo y caliento mis manos con un cálido té. Dejo que la Luz espese todo, tanto, que pueda tocar con mis dedos las palabras que quedaron flotando en el aire y que juego a atrapar, para seguir inventándome y recobrar con ellas los paraísos perdidos de mi historia. 

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