sábado, 22 de agosto de 2009

Versos sin puertas

Devenimos de la noche

De la pupila entre abierta

A los páramos nocturnos

De una luna roja y blusera.


Me como tu silencio

Esa ternura erecta

Me visto con la risaloca

Lengua desparramada por mi boca

Manos desparramadas

Por tu entrepierna.


Sangre loca

Lágrima ungüento

En tu pena obtusa

Siempre metida

Entre los senos de la soledad.


Amor, seguimos persiguiendo

Lunas y estrellas

Lugares secretos

Palabras secretas

Tan obtusas como tu pena.


El fuego en nuestras bocas.


Sigues persiguiendo

Este aroma de loba

Sexo a solas

Insolencias por solo tener

Versos sin puertas

Para poder entrar.


miércoles, 19 de agosto de 2009

Poética en rojo




La sangre del poema es la voz que crece hueca y vacía una tarde también roja en la mano de una niña crispada de vergüenza por las palabras que un día osó escribir en la orilla de una playa cualquiera y que ya han desaparecido como la historia de los muros de piedras.

Sangra el poema, sangra la noche, y al alba, un sangramiento natural de mi alada infantilidad que se vuela entre ríos de montaña o en la espesa niebla de la madrugada. Sangra esta palabra que se deshoja en sonidos marchitos, malditos que cambian el mundo y no son más, nada más. Sangra, sangra en las alas rotas de un pájaro negro que se baña en espuma y cal para ser más blanco, como se bañan mis voces en la palabra y la palabra en el poema que no es rojo, que no es ni medianamente cierto, pero que igual sangra, y sangra desde adentro, desde el sonido más esencial de su conjugación verbal, que es pureza viva, poderosa fuerza y eterna existencialidad.

¿Dónde, dónde la palabra, la esfinge de tantas miradas? ¿Dónde la palabra quieta, enmascarada bella; dolor de mi dolor, sombra de mi más negra sombra?

¿ Dónde la voz poeta, solitaria estrella que guarece mi casa, la de las palabras muertas?


domingo, 16 de agosto de 2009

Hermana Lluvia



A veces, camino bajo la lluvia
y me sano del frío,
del dolor y
de la ausencia.
A veces, camino bajo la lluvia
y dos, de la mano,
también lo hacen,
y se sanan como tú y yo
áquel día de lluvia
en el viejo puerto de San Antonio.




Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa. Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados. Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres. De cualquier manera la lluvia es saludable y triste. Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño. Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban. No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros. De nuestro gran secreto. Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga. Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección. Te quiero con toda la ternura de la lluvia. Te quiero con toda la violencia de la lluvia. Te quiero con todos los tambores de la lluvia. Te quiero con todos los violines de la lluvia. Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes (...)

Estoy lleno de tu vida y de tu muerte. Estoy tocado de tu destino. Al extremo de que nada te pertenece sino yo. Al extremo de que nada me pertenece sino tú. Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores. La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Intima, recóndita alegría. Estoy tocado de tu destino. Oh, lluvia. Oh, generosa.

Raúl González Tuñon.


(A Marco Sadel, por nuestro inconfundible amor de años)


martes, 11 de agosto de 2009

Una espera


"... que tu cuerpo sea siempre,
un amado espacio de revelaciones"
(Alejandra Pizarnik)


Te espero sentada,

callada como una niña

naturalmente zen y urbana....

pausada como el suave delineamiento

de tus brazos sosteniendo

la noche toda

bajo mi cintura estrangulada.

Te espero cálida,

tapada hasta la frente

con poemas de Alejandra

y llena de azucenas en la espalda.

Con este corazón que necesita

el ardor de la ginebra en su garganta

y la candidez de una sonrisa para ser resucitada.

Te espero con el beso blasfemado

entre los labios remordidos

con el silencio que no callamos;

con el grito exiliado en las penumbras

por intentar despertarnos de este sueño,

por intentar curarnos la fantasía

que nos aqueja como una enfermedad terminal

e insondable.

Mi vientre necesita del fuego abrasador

de tus manos, porque,

no lo sabes,

tal vez,

no lo entiendes.

Tan sólo soy una chispa

y tu cuerpo,

un bosque entero que encender...

y en el cual quemarnos.



domingo, 9 de agosto de 2009

Retorno




Retornar.

Volver.

Reencontrarnos después de andar

en caminos distintos

en donde el arte y la poesía

nos dibujaron símbolos y señales

para no perdernos ni un segundo

de la eternidad.

Mutuos caminos

hacia un nosotros que se aproxima

silencioso y pausado,

igual a los niños que juegan a las escondidas

en el bosque de las palabras

tiernas como la desarropada

luz del deseo.

Retornar, volver.

Volar con alas prestadas

al encuentro de la voz escrita y hablada,

a la belleza de ver,

volver a ver

entre tantos rostros una mirada

cálida y conocida,

sonriente entre tantos otros

que también sonríen

y se reencuentran.

Retornar a la vida,

retornar a la belleza,

al centro de esta espiral

que engulle destinos

y nos lleva al hogar,

como hijos pródigos buscando

su otra mitad.

Abre los ojos:

Bienvenido seas.

viernes, 7 de agosto de 2009

SINCRONIZACIONES


Al hombre que tiene miedos...








Si aprendes a jugar

te daré todas las sincronizaciones,

una verborrea de placeres linguales,

distancias que nos unirán

dentro de esta cosmología virtual.

Te indicaré cada paso a seguir,

la forma de cómo esculpir beso a beso

la mirada ardiente que nos llevará

a los abismos que te prometí.

Vástagos incansables seremos

en una noche extasiada de jugosos versos.

Porque, si aprendes a jugar,

escribiremos de pieles

hasta que un aullido lunar

se devore la verdad e introduzca

sus dedos afilados

en las bocas que nada del amor dirán.

En este macabro juego

no correremos peligro alguno.

Seremos convertidos

en promesas siempre cumplidas,

en soldados muertos con abiertas heridas.

En este juego de darnos el precipicio todo

no tendremos nada que perder...

nada más que tus miedos y mis sueños.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Espero la noche



Espero la noche como si realmente viniera
con un susurro incomprensible que se mueve a tientas.
Desnudar el tiempo de cualquier espacio
para hablar, al fin, desde esta constelación desconocida,
para unir tu mano a mis plegarias de desprotegida.

Miro desde lejos la justa tuición de mis tormentos
y no llega, no llega.
Tanto deshilvanar misas extrañas,
ya es de no llenarse este vacío precoz,
es de no apagarse esta sed insaciable de tantas cosas.

Espero la noche...
¿Y si realmente viniera
con relojes de arena y lunas multifacéticas?

(Se acabaría el tiempo todo para darte,
todo el tiempo que fundimos en abrazos.
Volverían a mí mis tormentos
de niña anciana y gris,
tantas memorias dolorosas de morir y morir)

Espero la noche como si viniera
a saciarme con todas mis carencias,
para tantearme por dentro
con dedos fríos de desapego,
a llenarme el vacío (tan vacío!) con flores secas.


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