Últimamente yo no sé nada del mundo,
nada de palabras,
nada de versos.
Solo aspiro la vida
y ella me limpia, me sonríe,
me lleva hacia ese mundo que desconozco.
Yo le sonrío, lloro, me desconcierto;
miro tus ojos grandes y negros
y me sorprendo.
Me desencajo
cuando me miras,
niño pequeño y travieso.
Nos sumamos entonces,
-en tu pupila y en mi sorpresa-
al universo todo.
Y caminamos en puntillas
para no despertarnos de este sueño,
camino al cielo
de nuestra felicidad.