lunes, 10 de diciembre de 2012


Luego de la noche,
es el sol quien se esmera
en  iluminar la soltura
con la que se mueve por esta casa
el  fogoso espectro de tu cuerpo,
apagado horas antes,
con el silencio de un sueño.

Sin cruzar aún
 ese abismo de luz y sombra,
sombra y luz,
te cuento
que mañana será un día más
de duro exorcismo de penares,
de olvidar cómo pronunciarte
y anunciarte
ad portas de este amor
que no llega ni viene,
que me arranco a gritos
y que vuelve con el sonido
que carga el tiempo en su agitado tiempo.

Si mañana, cuando sea un nuevo día
para  saltar abismos
y elucubrarte en alma y  memoria,
vinieras y me vieras por vez primera,
no te asomes a la luz del día,
no me despiertes, deja que me rinda
a esta letanía,
déjame dominada al secretísimo
misterio del sueño
y a la caída en la que lanzo
cada llamarada de ti,
cada murmullo de ti,
cada día sin ti.

Si vinieras mañana y me vieras
dominada al sueño
no me mires ni te detengas
frente a mi,
no pronuncies
ni en pensamiento mis nombres.
Esmérate, como el sol,
en iluminar otras figuras
y  avanza, avanza en tus pasos
hacia donde no pueda sentir tu calor.                  
Avanza, así como lo hiciste hace años
y deja que me lance,
que me calle, que me rinda,
en honor a ti,
a la voz del olvido

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