Mañana seremos sangre
y comerás nuevamente de mis pechos desnudos.
Serás el hijo - verdugo de este amor maldito.
Mañana seremos carne
y volverás a juzgarme.
Yo, escucharé tu sentencia
y lamentaré que no tengas memoria
para recordar que te alimenté
con mi sangre y con mi carne,
que bebiste y comiste
de estas, mis manos,
que las mordiste y aún así,
quise seguir siendo la loba que lamió la estrechez de tu herida.
Mañana serás resistencia
y me arrancarás el
corazón en un solo grito de desolación.
Yo, seguiré siendo la madre y la loba
–la memoria-
el encuentro de tu cuerpo y el mío
hasta que cuando sea mañana,
en un gesto divino de olvido,
deje de parirte y de amarte
y te pierda por siempre.
Para siempre.
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